Es curioso pero es así. La autoestima no es siempre la misma y cambia a lo largo de nuestra vida. En realidad, parece tener sentido que lo que nos pasa, lo que sentimos y lo que vivimos, en definitiva, influya en la percepción que tenemos de nosotros mismos. Vamos a ver hasta qué punto puede modificar y por qué.
Si hay algo que sí parece innegable es que la autoestima es subjetiva. Es importante saber cómo es la nuestra para afrontar nuevos retos en nuestro día a día y entender nuestro estado de ánimo. Seguro que tienes un amigo al que le afectan mucho las críticas de los demás y otro amigo al que le importan menos. Los dos no actuarán igual y se tomarán las cosas de distinta forma. Al primero le costará más que al segundo, reponerse tras una reunión de trabajo en el que se han criticado, aunque sea de manera constructiva, sus ideas.
Este artículo surge después de que llegara a nuestras manos un estudio que refleja lo que decíamos al principio: nuestra autopercepción no es inmutable y varía con el tiempo.
Vamos a analizar su evolución:
- Primera fase: hasta los años, la autoestima mejora progresivamente. Los pequeños grandes descubrimientos como la posibilidad de elegir amigos nos marcan así como el poder de la autonomía personal, que nis ayudan a alimentar nuestra autoestima de forma positiva.
- Segunda fase: en la adolescencia, se mantiene constante. Antes del estudio que comentamos en la introducción, se creía que la transición de la infancia a la adolescencia afectaba a la imagen que teníamos de nosotros mismos. Pues bien, no es que no sea del todo cierto si no que además, se mantiene constante desde los 11 a los 15, mayoritariamente. Es evidente que la pubertad puede influir pero no tanto como se cree en la sociedad.
- Tercera fase: más crecimiento en la edad adulta. El estudio ha comprobado que es sobre la década de los treinta que alzancamos el máximo punto de autoestima. Ya no nos importa tanto lo que opinen los demás sobre nosotros pero nosotros sí tenemos las ideas más claras. También tenemos mejor capacidad de aceptarnos y lo de aparentar nos supone un desgaste innecesario.
- Cuarta fase: llega a su nivel más alto. A partir de los 50 años para luego, descender ligeramente sobre los 70 años y seguir haciéndolo, aunque los autores del estudio no han llegado a investigar el motivo. Especialmente, disminuye más entre los 90 y 94. Este dato es importante porque si experimentan una pérdida significativa de autoestima, ésta puede afectar a su nivel de bienestar y contribuir a la aparición de síntomas y trastornos depresivos.
Si dibujas esta evolución en tu mente, verás una línea en forma de u invertida. Pero eso no es lo interesante. Lo importante es cómo podemos aprovechar este estudio en nuestro día a día. El amor a uno mismo no es un reto. Sin lugar a dudas, es más apasionante cuando se plantea como un camino constante, que pasa por distintas facetas pero que requiere atención. Y es que en la vida, podemos cambiar de trabajo, de pareja, de forma de pensar o de gestionar nuestras emociones pero, como decía el poeta egipcio Cavafis: “No hay barco que te arranque de ti mismo”.
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Para terminar, un consejo de Grupo Emociona que no queremos que olvides: reforzar la autoestima significa aumentar el valor personal ante uno mismo sin depender de nadie. Es decir, decidir que somos valiosos sin tener en cuenta los resultados o lo que nos ocurra en la vida. Decidir que solo podemos influir en los demás de forma positiva si nosotros también nos vemos así.